Agresividad de gatos hacia la familia

Agresividad de gatos hacia la familia: la importancia de una exhaustiva observación del comportamiento

1- Observar al gato para entender su comportamiento

No es extraño que un gato demuestre en algún momento de su vida algún tipo de comportamiento agresivo hacia sus dueños o los miembros de la familia con quien convive.
Ocurre especialmente en casos de gatos que no tuvieron un proceso de socialización adecuada en su edad temprana y que fueron destetados demasiado pronto, cuando los vínculos que permiten fortalecer la personalidad todavía no eran suficientemente fuertes como para enfrentarse solos al mundo.
Suele ser el caso, demasiado a menudo, de gatos que pasan sus primeras semanas en tiendas de mascotas, sin los cuidados necesarios, más allá de mantenerles alimentados.

La mayoría de los casos de comportamiento agresivo no sólo son una respuesta puntual al estrés subyacente, sino que llega a transformarse en una dinámica de comportamiento perjudicial para todos.
Reduce la calidad del vínculo entre el gato y el dueño y tiene un fuerte impacto negativo en el bienestar de los animales.

Cuando esto pasa, cuando nos enfrentamos al primer episodio de agresividad, conviene hacer un correcto diagnóstico que permita caracterizar el tipo de agresión.
Acudir a un profesional que, mediante una descripción del comportamiento del gato obtenida de una entrevista detallada con el propietario y de la observación del gato en su entorno familiar, sea capaz de determinar las características del comportamiento agresivo del animal, establecer sus causas originales y definir posibles acciones a llevar a cabo para reparar el vínculo humano-animal.

2 – Observación, la clave para un buen diagnóstico

A menudo, el veterinario o especialista en comportamiento felino (etólogo) no llega a hacerse cargo de la problemática porque no puede observar a nuestro gato en su entorno familiar.
En casos de problemas de comportamiento, conocer todos y cada uno de los detalles es vital para llegar a establecer un buen diagnóstico.

Debemos tener todos los aspectos en cuenta: la forma en que el tutor o los tutores juegan e interactúan con su gato, el uso de castigos y refuerzos, la consistencia en el manejo, la relación del gato con todos los miembros de la familia, con los niños, con los adultos, con otros animales, etc.

En este sentido, la entrevista con las personas que conviven con el animal es una herramienta imprescindible.
Y deben ser entrevistas detalladas y precisas. Por otro lado, el uso de grabaciones de vídeo también resulta fundamental.

En la entrevista, el profesional en comportamiento felino deberá extraer información sobre las quejas que verbalizan los tutores del gato, cómo definen el comportamiento del gato, cómo es su entorno y cómo manejan la situación las personas que conviven con el animal.

Toda esta información se complementará con la observación de las grabaciones en vídeo del gato en su entorno familiar y con una revisión médica que nos ayude a detectar si pueden existir condiciones de salud física que podrían causar la agresividad.

Los problemas de salud física más comúnmente asociados con agresión felina son disfunciones hormonales (por ejemplo, hipertiroidismo); enfermedades infecciosas (como el virus de la rabia o una infección por virus de inmunodeficiencia); dolor intenso (asociado con manipulaciones médicas como una exploración de las orejas, vacunación, corte de garras, etc.; o con afecciones médicas como artritis, otitis, heridas, cistitis intersticial, etc.); problemas neurológicos, o problemas metabólicos, como una disfunción hepática.

Del diagnóstico al tratamiento

De las conclusiones que se puedan extraer de esta observación completa, el experto en comportamiento felino llevará a cabo un diagnóstico diferencial que establezca medidas para establecer la seguridad de las personas que viven con el gato.
La evaluación de los riesgos determinará el protocolo a seguir.
Si no hay riesgo para las personas, o se trata de un riesgo asumible, se procederá a definir el tratamiento adecuado que permita mejorar la calidad de vida de toda la familia.

Cuando el riesgo es excesivamente alto, en algunos casos habrá que pensar en la reubicación del animal.
Puede ser apropiado realojar al gato en un entorno que proporcione más espacio para el gato o reduzca la necesidad de interacciones frecuentes con humanos.

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